Muy agradecidos por esta nominación en una categoría profesional que va a dar mucho que hablar en los próximos años. Hemos sido nominados en la categoría de litigación/arbitraje a los premios Legalcommunity Marketing de Diseño y Moda, entregados el pasado 20 de octubre en Milán.
Cuando la embajada del Reino Unido requirió nuestros servicios, en lo último que pensábamos es en revelarnos, de repente, como uno de los mejores despachos europeos en este tema.
El Brexit trajo muchas cosas. Las que se ven, de momento, en su mayoría malas. Las buenas llegarán; pero los negocios del Reino Unido aún no las sienten.
Una de las peores consecuencias es quedar fuera del marco de protección de la UE. Marcas que antes exportaban sus productos desde las islas ahora se ven abocadas a competir en los mercados como si vinieran del otro lado del mundo.
Lo mismo ocurre con las denominaciones de origen. Sin una protección legal adecuada, cualquiera puede hacerse con sucedáneos y publicitarlos como originales; o utilizando elementos de marketing que puedan hacer entender al cliente algo que no se corresponde con la realidad.
Esto afecta en un sentido y en el otro. Es decir: ya no hay nada que proteja al vino de Porto en el Reino Unido ante la acción de quien comercialice cualquier otro vino con elementos que puedan llevar al error; por ejemplo, una bandera portuguesa o, en otro caso como el de los quesos manchegos, utilizar en la publicidad y el etiquetado la imagen del Quijote para un curado chileno. Que puede ser de gran calidad, pero no es un queso manchego.
Este despacho vela por los intereses de marcas productoras de telas artesanales inglesas con denominación de origen; esas que sientan tan bien cuando se las ve lucidas por supermodelos en las grandes pasarelas.
Nos encargamos de que nadie pueda hacerlas pasar por producción propia ni intentar colocar otras telas identificándolas o, más bien, incluyendo elementos que puedan inducir al cliente a identificarlas como legítimas.
La cultura occidental está en las antípodas de los cimientos culturales orientales en los que se basa el fenómeno Shanzai. Para cada cosa hay dos versiones: la de la marca y la “china”. Muchas veces con identificadores que rozan la ironía: Samsang o Samsvng en lugar de Samsung. Es muy difícil encontrar diferencias físicas entre un modelo y otro; salvo en la etiqueta del precio.
Eso sí: si pagas el precio de Samsung está pagando por la innovación, la investigación, el desarrollo, la seguridad, etc. Todo lo demás puede ser igual. En algunas características concretas, la copia puede superar al original.
Eso sí, nadie oculta que unas sean copias de las otras. Allí no es ilegal. En aquel entorno es muy normal, por poner un ejemplo, que de un libro de cierto éxito aparezcan versiones más cortas, más largas, con los nombres cambiados o, incluso, con finales diferentes.
Con la tecnología es evidente. Pero ocurre en cualquier sector: alimentación, comercio, hostelería, ocio, moda, industria, editorial, cultural… incluso está viéndose entre los servicios.
En nuestro caso, se trata de telas fabricadas con unos procedimientos regulados y compartidos por muchos fabricantes diferentes, que se revisan periódicamente para aumentar la calidad y la garantía; con materia prima que proviene de animales que viven en un entorno determinado y en unas condiciones determinadas.
No nos cabe duda de que todo esto debe ser defendido allá donde la actividad de terceros puedan ponerlo en peligro. Y esto es algo que está, de momento, fuera del debate público.